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Principios de la Homeopatía: Un Análisis de la Teoría y la Práctica, Summaries of Legal medicine

Este documento explora los principios fundamentales de la homeopatía, centrándose en la teoría de la similitud y la aplicación de remedios homeopáticos para tratar enfermedades. Se analizan conceptos como la curación por medio de la similitud, la importancia de la individualización del tratamiento y la búsqueda de remedios específicos para cada caso.

Typology: Summaries

2014/2015

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SamuelHahnemann
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(Edición6b)
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Samuel Hahnemann

El Organon

de la

medicina

(Edición 6b)

Organon de la Medicina

Párrafo 1

La principal y más elevada misión del médico es la de restablecer la salud en sus enfermos, que es lo que se llama curar.

Párrafo 2

El ideal de un tratamiento es restablecer la salud de manera rápida, suave y permanente, o quitar y destruir toda la enfermedad por el camino más corto, más seguro y menos perjudicial, basándose en principios de fácil comprensión.

Párrafo 3

Si el médico percibe con claridad lo que debe curar en las enfermedades, es decir, en cada caso patológico individual; si percibe claramente lo que hay de curativo en cada medicamento en particular; y si sabe cómo adaptar, conforme a principios perfectamente definidos, lo que hay de curativo en los medicamentos a lo que ha descubierto que hay indudablemente de morboso en el paciente de modo que venga el restablecimiento - si sabe también elegir de manera conveniente, el medicamento más apropiado según su modo de obrar al caso que se le presenta, así como también la dosis más conveniente, vele decir el modo exacto de preparación y cantidad requerida, y el periodo adecuado para repetir la dosis; - si, por último, conoce los obstáculos para el restablecimiento en cada caso y es hábil para removerlos, de modo que dicho restablecimiento sea permanente: entonces habrá comprendido la manera de curar juiciosa y racionalmente y será un verdadero médico.

Párrafo 4

Es igualmente un conservador de la salud si conoce las causas que la trastornan y las que dan origen a la enfermedad, y sabe apartarlas de las personas sanas.

Párrafo 5

Es útil al médico, pues le ayuda en la curación, todo lo que se relaciona con la causa excitante u ocasional, más probable de la enfermedad aguda, así como también los puntos más importantes en la historia de la enfermedad crónica, que le ponen en aptitud de descubrir la causa fundamental, que generalmente es debida a un miasma crónico. En estas investigaciones, especialmente en las enfermedades crónicas, debe tomarse en consideración todo lo que pueda averiguarse de la constitución física del paciente, su carácter moral e intelectual, su ocupación, modo de vivir y costumbres, sus relaciones sociales y domésticas, su edad, funcionamiento sexual, etc.

Párrafo 6

Párrafo 11

Cuando una persona cae enferma, es solamente la fuerza vital inmaterial y activa por sí misma y presente en todas las partes del organismo, la que sufre desde luego la desviación que determina la influencia dinámica del agente morboso hostil a la vida; el principio vital únicamente, en estado anormal, es el que puede dar al organismo las sensaciones desagradables e inclinarlo a las manifestaciones irregulares que llamamos enfermedad: pero, como es una fuerza invisible por sí misma y sólo reconocible por sus efectos en el organismo, sus perturbaciones morbosas únicamente las da a conocer por manifestaciones anormales de las sensaciones y e las funciones e aquellas partes del cuerpo accesibles a los sentidos del observador y del médico; es decir, por los síntomas morbosos y no de otro modo puede darse a conocer.

Párrafo 12

Lo único que produce las enfermedades es la fuerza vital; morbosamente afectada, por consiguiente los fenómenos morbosos accesibles a nuestros sentidos expresan al mismo tiempo todo el cambio interior, es decir, todo el trastorno morboso del dinamismo interno; en una palabra, revelan toda la enfermedad; por eso la desaparición, debido al tratamiento, de todos los fenómenos y alteraciones morbosos distintos de las funciones vitales en estado de salud, indudablemente afecta y necesariamente implica al restablecimiento integral de la fuerza vital, y por tanto, la vuelta al estado de salud de todo el organismo.

Párrafo 13

Por consiguiente, la enfermedad (que no cae bajo el dominio de la cirugía) considerada por los alópatas como una cosa distinta del todo viviente, del organismo y de la fuerza vital que lo anima, oculta en el interior y por más sutil que la considere, es un absurdo que sólo podía imaginarlo un cerebro materialista, y que ha dado por miles de años al sistema médico predominante todo ese impulso pernicioso que ha hecho de él un arte (no curativo) verdaderamente perjudicial.

Párrafo 14

No hay nada patológico en el interior del cuerpo, ni tampoco alteración morbosa visible, susceptible de curarse, que no se de a conocer por sí misma a la observación correcta del médico, por medio de signos y de síntomas; disposición ésta que está en perfecta armonía con la infinita bondad del sabio Conservador de la vida humana.

Párrafo 15

La perturbación morbosa del dinamismo (fuerza vital) que anima nuestro cuerpo en el interior invisible y la totalidad de los síntomas perceptibles externamente producidos por dicha perturbación en el organismo y que representa la enfermedad existente, constituyen un todo; no son más que una sola y misma cosa. El organismo es ciertamente el

instrumento material de la vida, pero no puede concebirse sin el dinamismo que lo anima y obra y siente instintivamente; del mismo modo la fuerza vital no puede concebirse sin el organismo, por consiguiente los dos constituyen una unidad, aunque nuestra mente separe esta unidad en dos concepciones distintas a fin de que se comprenda fácilmente.

Párrafo 16

Nuestra fuerza vital, siendo un poder dinámico, no puede ser atacada y afectada por influencias nocivas sobre el organismo sano y producidas por fuerzas externas hostiles que perturban el armonioso funcionamiento de la vida, más que de un modo inmaterial (dinámico); y de manera semejante todos esos desórdenes patológicos (enfermedades), no puede el médico removerlos de ningún otro modo más que por el poder inmaterial (virtual y dinámico) de las medicinas útiles y oportunas sobre la fuerza vital, que las percibe por medio de la facultad sensitiva existente en todo el cuerpo, de modo que solamente por su acción dinámica sobre la fuerza vital el remedio deberá restablecer y restablece la salud y armonía vital, después que los cambios en la salud del paciente, perceptibles por nuestros sentidos (la totalidad de los síntomas), han revelado a médico cuidadosamente observador e investigador, la enfermedad, tan completa como sea necesario, a fin de permitirle curarla.

Párrafo 17

Toda vez que la curación que sucede a la extinción de la totalidad de los signos y síntomas perceptibles de la enfermedad, tiene siempre por resultado la desaparición del cambio interior del principio vital, es decir la total extinción de la enfermedad, se sigue que el médico con sólo quitar la suma de síntomas hará desaparecer simultáneamente el cambio interior del cuerpo y cesará el trastorno morboso de la fuerza vital, esto es, destruirá el total de la enfermedad, la enfermedad misma. Pero destruir la enfermedad es restablecer la salud, y este es el más elevado y único fin del médico que conoce el verdadero objeto de su misión, que consiste en ayudar a su prójimo y no en perorar dogmáticamente.

Párrafo 18

De esta verdad incontestable que fuera de los síntomas y de las modalidades que le acompañan, nada existe que puede descubrirse por ningún medio y tenerse en cuenta para su curación, se deduce innegablemente que la suma de todos los síntomas y condiciones de cada caso individual de enfermedad, debe ser la única indicación, el solo guía que nos lleve a la elección del remedio.

Párrafo 19

Ahora bien; como las enfermedades no son más que alteraciones en el estado de salud del individuo, que se manifiestan por signos morbosos, y como la curación sólo es posible también por una vuelta al estado de salud del individuo enfermo, es evidente que las medicinas nunca podrían curar si no poseyesen el poder de alterar el estado de salud del hombre, que consiste en sensaciones y funciones; dependiendo solamente, a la verdad, de esto, su poder curativo.

Párrafo 24

No queda, por lo tanto otro modo de emplear los medicamentos contra las enfermedades, eficazmente, que el método homeopático, por cuyo medio buscamos, sirviéndonos de la totalidad de los síntomas de la enfermedad, una medicina que entre todas (cuyos efectos patogenésicos son conocidos, por haberse experimentado en individuos sanos) tenga el poder y la tendencia de producir un estado morboso artificial más semejante al caso patológico en cuestión.

Párrafo 25

Ahora bien, como quiera que en todo ensayo cuidadoso, la experiencia pura, el único oráculo infalible del arte de curar, nos enseña que el medicamento que en su acción sobre el hombre sano haya podido producir el mayor número de síntomas semejantes a los que se observan en la enfermedad que se trata de curar, tiene también, cuando se emplea en dosis de atenuación y potencia apropiadas, la facultad de destruir rápida, radical y permanentemente, la totalidad de los síntomas del estado morboso, es decir, toda la enfermedad actual convirtiéndola en salud; y que todas las medicinas curan, sin excepción, aquellas enfermedades cuyos síntomas tienen una semejanza muy estrecha con los suyos, sin dejar de curar una sola de dichas enfermedades.

Párrafo 26

Esto se funda en la siguiente ley homeopática de la naturaleza que, a la verdad, fue alguna vez sospechada vagamente, pero no reconocida hasta hoy de manea completa y a la que se ha debido toda ecuación verdadera que haya tenido lugar:

Una afección dinámica más débil es destruida permanentemente en el organismo vivo por otra más fuerte, si la última (aunque diferente en especie) es muy semejante a la primera en sus manifestaciones.

Párrafo 27

La potencia curativa de las medicinas, por lo tanto, depende de sus síntomas, semejantes a la enfermedad, pero superiores a ella en fuerza, de modo que cada caso individual de enfermedad es destruida y curada más segura, radical, rápida y permanentemente, sólo por medio de medicinas capaces de producir (en el organismo humano) de la manera más similar y completa la totalidad de sus síntomas, que al mismo tiempo sean más fuertes que la enfermedad.

Párrafo 28

Como esta ley terapéutica natural se manifiesta por sí misma en todo experimento y en toda observación verdadera en el mundo, queda por consiguiente establecido el hecho; importa poco cual sea la explicación científica de cómo tiene lugar; y no doy mucha importancia a

los esfuerzos hechos para explicarla. Pero la siguiente manera de considerarla parece ser la más verosímil, pues está fundada en premisas derivadas de la experiencia.

Párrafo 29

Como toda enfermedad (no exclusivamente quirúrgica) consiste solamente en una alteración dinámica morbosa y especial de nuestra energía vital (del principio vital) manifestada por sensaciones y acciones, así en toda curación homeopática este principio vital dinámicamente alterado por la enfermedad natural, es embargada por otra enfermedad artificial, semejante y más fuerte, creada por la administración de una potencia medicinal elegida exactamente conforme a la semejanza de los síntomas. De este modo la sensación de la manifestación morbosa dinámica y natural (más débil) cesa y desaparece. Esta manifestación morbosa ya no existe para el principio vital, que ahora está ocupada y gobernada solamente por la manifestación morbosa artificial más fuerte. Ésta, a su vez, pronto agota sus fuerzas y deja al paciente libre de la enfermedad, curado. El dinamismo, así libertado, puede continuar guiando la vida en el estado de salud. Este procedimiento que es muy verosímil, descansa sobre las siguientes proposiciones.

Párrafo 30

El organismo humano demuestra la aptitud de ser mucho más poderosamente afectado en el estado de salud, por las medicinas (en cierto modo porque tenemos la facultad de regular las dosis), que por las influencias morbíficas naturales; pues las enfermedades naturales se curan y vencen con medicamentos apropiados.

Párrafo 31

Las fuerzas enemigas, tanto psíquicas como físicas a que estamos expuestos en nuestra existencia terrenal, y que llamamos agentes morbíficos, no poseen incondicionalmente el poder de perturbar morbosamente la salud del hombre; solamente nos enferman cuando nuestro organismo está predispuesto y es susceptible a los ataques de la causa morbífica que puede estar presente, para ser alterado en su salud, perturbado y hecho a experimentar sensaciones y funciones anormales; de aquí que no produzcan la enfermedad en todos, ni en toda época.

Párrafo 32

Pero es completamente diferente con los agentes morbíficos artificiales que llamamos medicamentos. Todo medicamento verdadero, principalmente, obra en toda época, en todas las circunstancias, en todo ser humano vivo, y produce en él sus síntomas peculiares (perfectamente perceptibles si la dosis fuese suficiente), de modo que evidentemente todo organismo humano vivo, está sujeto a ser afectado, o como inoculado, por la enfermedad medicamentosa en todo tiempo y absolutamente (incondicionalmente) y que, como antes dije, no es el caso con las enfermedades naturales.

están predispuestos a los ataques de fiebres epidémicas de carácter no muy violento, según Von Hildenbrand.

Párrafo 37

Del mismo modo, también con el tratamiento médico ordinario, una enfermedad crónica antigua permanece incurada e inalterable si es tratada conforme al método común alopático, es decir, con medicamentos incapaces de producir en individuos sanos una condición de la salud semejante a la enfermedad, aunque el tratamiento dure años y no sea de carácter demasiado violento. Esto se observa diariamente en la práctica, por lo tanto, no es necesario dar ningún ejemplo que lo ilustre.

Párrafo 38

B. La enfermedad nueva desemejante es la más fuerte. En este caso la enfermedad bajo la cual el paciente vivía primitivamente, siendo la más débil, será detenida y suspendida por la aparición de la más fuerte, hasta que ésta recorra su curso o sea curada; entonces la antigua reaparece incurada. Según observó Tulpius dos niños enfermos de cierta forma de epilepsia, se vieron libres de los ataques después de haberse infestado de tiña (empeine); pero tan pronto como la erupción de la cabeza desapareció la epilepsia volvió lo mismo que antes. La sarna, según observó Schopf desapareció al presentarse el escorbuto, pero después de curado éste, aquella reapareció. Así también la tuberculosis pulmonar permaneció estacionaria al ser atacado el paciente por un tifus violento, pero siguió su marcha después que el tifo recorrió su curso. Si se presenta la manía en un tísico, la tisis con todos sus síntomas desaparece, pero si cesa la manía, la tisis vuelve inmediatamente y resulta fatal. Cuando el sarampión y la viruela dominan juntos, y ambos atacan al mismo niño, el sarampión que ya existía, generalmente es contenido por la viruela que se presentó más tarde; el sarampión no termina su curso hasta que termina la viruela; pero no es raro que acontezca que la infección variólica se suspenda por cuatro días por la sobrevenida de sarampión, después de cuya descamación la viruela complete su curso, como fue observado por Manget. Aunque la infección variólica tenga seis días, cuando el sarampión se presente, la inflamación de la infección variólica permanece estacionaria y no continúa, hasta que el sarampión haya completado su curso regular de siete días. En una epidemia de sarampión, esta enfermedad atacó a muchos individuos en el cuarto o quinto día de la existencia de la viruela e impidió el desarrollo de ésta, hasta que hubo recorrido su curso propio, entonces la viruela reapareció y procedió regularmente a su terminación. La verdadera escarlatina lisa y erisipelatoide de Sydenham con angina, desapareció al cuarto día al aparecer la vacuna que recorrió su curso normal y hasta que terminó ésta se estableció de nuevo la escarlatina. pero en otras ocasiones, como ambas enfermedades parecen tener potencia igual, la vacuna se suspendió al octavo día con la aparición de la verdadera escarlatina lisa de Sydenham y la aureola vacunífera desapareció hasta que la escarlatina terminó, entonces la vacuna inmediatamente continuó su curso hasta su terminación normal. El sarampión detuvo la evolución de la vacuna; al octavo día cuando la vacuna estaba en pleno desarrollo, apareció el sarampión, entonces la vacuna permaneció estacionaria y no reanudó y completó su curso sino hasta la descamación del sarampión, de modo que a los diez y seis

días presentaba el aspecto que de otra manera hubiera tenido al décimo día, según observó Kortum.

Aún después de existir el sarampión la vacuna prendió, pero no recorrió su curso hasta que el sarampión hubo desaparecido, como igualmente observó Kortum.

Yo mismo vi desaparecer la papera (antigua parotídea) inmediatamente que la vacuna evolucionó y alcanzó su máximo de desarrollo, y no fue sino hasta su completa terminación y la desaparición e su aureola, que esta tumefacción febril de las parótidas y glándulas submaxilares, que es causada por un miasma peculiar, reapareció y recorrió su curso de siete días.

Y así sucede con todas las enfermedades desemejantes; la más fuerte detiene el desarrollo de la más débil (cuando no se complican lo que es raro en las enfermedades agudas), pero nunca la una cura a la otra.

Párrafo 39

Ahora bien; los partidarios de la escuela médica vulgar han visto todo esto por muchas centurias; han visto que la misma Naturaleza no puede curar ninguna enfermedad por medio de otra, por fuerte que sea, si la enfermedad nueva es desemejante a la ya existente en el cuerpo: ¿Qué pensaremos de ellos, que a pesar de esto, continúan tratando las enfermedades crónicas con remedios alopáticos, es decir, con medicamentos y prescripciones capaces de producir sabe Dios qué estado morboso, casi invariable, no obstante desemejante a la enfermedad que se trata de curar? Aun cuando no hubiesen, hasta entonces, observado atentamente la naturaleza, los resultados miserables de su tratamiento deberían haberles enseñado que estaban siguiendo un camino impropio y falso. ¿No percibían al emplear como era su costumbre, un tratamiento alopático agresivo en una enfermedad crónica, que por este medio solamente creaban una enfermedad artificial desemejante a la original y que mientras duraba su acción mantenía en suspenso, suprimía y detenía únicamente a ésta, que más tarde, sin embargo, volvía siempre y debía volver tan pronto como la fortaleza del paciente no admitiese por más tiempo la continuación de los ataques alopáticos, a la vida? Así el exantema psórico desaparece, en verdad, muy pronto de la piel con el empleo de purgantes violentos, frecuentemente repetidos; pero cuando el paciente no puede soportar por más tiempo la enfermedad artificial (desemejante) de los intestinos y no puede tomar más purgantes, entonces o aparece de nuevo la erupción cutánea como antes, o la psora interna se manifiesta por algún síntoma dañoso, y el paciente tendrá que soportar, además de su enfermedad original no modificada, la calamidad de una digestión dolorosa y arruinada y la energía menoscabada. Así, también cuando los médicos vulgares mantienen ulceraciones artificiales de la piel y exutorios en el exterior del cuerpo, con el fin de desarraigar una enfermedad crónica, NUNCA alcanzan su objeto con este proceder, NUNCA los curan con este medio, pues las ulceraciones cutáneas artificiales, son completamente extrañas y alopáticas a la afección interna; pero, puesto que la irritación producida por varios exutorios es, algunas veces, una enfermedad (desemejante) más fuerte que la ya existente; ésta es, de este modo, acallada y suspendida por una o dos semanas. Pero solamente es suspendida, y eso por muy corto tiempo,

Párrafo 41

Mucho más frecuentes que las enfermedades naturales asociadas y complicadas en un mismo organismo, son las complicaciones morbosas que el tratamiento médico inadecuado (el método alopático) es capaz de producir con el empleo largo tiempo continuado de drogas inconvenientes. Con la repetición constante de éstas, se añaden, a la enfermedad natural que se trata de curar, condiciones morbosas nuevas y a menudo muy fastidiosas, que corresponden a la naturaleza de dichas drogas; estas condiciones se unen y complican con la enfermedad crónica que le son desemejantes (que son incapaces de curar por similitud de acción, es decir, homeopáticamente), añadiendo a la enfermedad antigua una nueva artificial y desemejante de naturaleza crónica, dejando así al paciente afectado de dos enfermedades en vez de una, es decir, empeorado y en estado más difícil de curar, con frecuencia completamente incurable. Muchos de los casos citados que se encuentran en periódicos médicos, y también la relación de otros en tratados de medicina, confirman la verdad de esto. De carácter semejante son los casos frecuentes en que el chancro sifilítico, complicado con la psora especialmente o con la discrasia de una gonorrea sicósica, no se cura con un tratamiento largo tiempo continuado o frecuentemente repetido de grandes dosis de preparaciones mercuriales inadecuadas, sino que toma su lugar en el organismo al lado de la afección mercurial crónica que entretanto se ha ido desarrollando gradualmente, y así unida a él, forma a menudo una complicación monstruosa (bajo el nombre general de sífilis larvada), que entonces, aunque no completamente incurable, solamente puede ser transformada en salud con grandísima dificultad.

Párrafo 42

La misma naturaleza permite, como se ha dicho, en algunos casos, la presencia simultánea de dos (o de tres) enfermedades naturales en un mismo y solo cuerpo. Debe notarse, sin embargo, que esta complicación acontece solamente en el caso de dos enfermedades desemejantes, que de acuerdo con la eterna ley de la naturaleza no se destruyen, no se aniquilan y no pueden curarse la una a la otra, sino, como parece, ambas (o las tres) permanecen separadas por decirlo así en el organismo y cada una toma posesión de las partes y sistemas peculiarmente apropiados a ella y que por razón de la falta de semejanza de estas enfermedades entre sí, puede muy bien suceder sin perjuicio de la unidad vital.

Párrafo 43

Sin embargo, el resultado es completamente diferente cuando dos enfermedades semejantes coexisten en el organismo, es decir, cuando a la enfermedad ya existente se añade una semejante más fuerte. En tales casos vemos como puede realizarse una curación por medio de la naturaleza; y adquirimos la enseñanza de cómo debe el hombre curar.

Párrafo 44

Dos enfermedades semejantes no pueden ni (como se ha afirmado de las enfermedades desemejantes en el I) repelerse la una a la otra, ni (como se ha visto respecto a las enfermedades desemejantes en el II) suspenderse la una de la otra, de manera que la antigua

vuelve después que la nueva haya recorrido su curso; y exactamente lo mismo, no pueden dos enfermedades semejantes (como se ha demostrado en el III respecto a las afecciones desemejantes) existir la una junto a la otra, en el mismo organismo, o ambos formar una enfermedad doble o complicada.

Párrafo 45

¡No! dos enfermedades que difieran, ciertamente, en la especie, pero muy semejantes en sus manifestaciones y efectos y en los sufrimientos y síntomas que produzcan individualmente, invariablemente se destruyen la una a la otra cuando se encuentran juntas en el organismo; es decir, la más fuerte destruye a la más débil, por la sencilla razón de que el poder morbífico más fuerte cuando invade el organismo, debido a su similitud de acción, ataca precisamente las mismas partes que previamente había afectado la irritación morbífica más débil, que, por consiguiente, no pudiendo obrar por más tiempo en ellas, se extingue, o (en otras palabras), la nueva potencia morbífica semejante, pero más fuerte, domina las sensaciones del paciente y por esto el principio vital por razón de su peculiaridad, no puede por más tiempo sentir la acción semejante más débil que entonces se extingue, (no existe más, pues no era nada material, sino una afección dinámica). De allí en adelante, el principio vital solamente es afectado, y esto temporalmente, por la potencia morbífica nueva y semejante, pero más fuerte.

Párrafo 46

Muchos ejemplos podrían aducirse de enfermedades que han sido curadas homeopáticamente conforme los procesos naturales, por otras enfermedades que presentan síntomas semejantes, aunque no es necesario, pues siendo nuestro objeto hablar de algo determinado e indudable, limitaremos nuestra atención sólo a aquellas (pocas) enfermedades que son por sí mismas invariables, que dependen de un miasma fijo, y que por esto merecen un nombre preciso.

Entre éstas la viruela, tan temida por razón del gran número de sus síntomas graves, ocupa un lugar prominente, y ha removido y curado numerosas enfermedades con síntomas semejantes.

¡Cuán frecuentemente la viruela produce una oftalmía violenta, algunas veces hasta la ceguera! ¡Y mirad! inoculándola Dezoteux curó permanentemente una oftalmía crónica, y Leroy, otra.

Una amaurosis de dos años de duración, debida a la supresión de la tiña de la cabeza, se curó por medio de ella, según Kelin.

¡Con cuánta frecuencia la viruela es causa de sordera y de disnea! Y ambas enfermedades crónicas las removió al llegar a su periodo álgido, como observó J. F. Closs.

La hinchazón del testículo, aún de carácter muy agudo, es un síntoma frecuente de la viruela y por esta razón, según observó Kein pudo curar en virtud de su semejanza, una

superficie de la piel, la cuál, después que el sarampión recorrió su curso fue curada y no volvió más.

Párrafo 47

Nada podría enseñar al médico de la manera más clara y convincente que lo anterior, qué clase de agente morbífico artificial (medicina) debe escoger para curar de un modo seguro, rápido y permanente, conforme con los procesos que se verifican en la naturaleza.

Párrafo 48

Ni con los esfuerzos naturales, como hemos visto en los ejemplos anteriores, ni con el arte del médico, una enfermedad o afección existente, puede en ningún caso, ser removida por un agente morbífico desemejante, por fuerte que sea, sino solamente por una que sea semejante en síntomas y algo más fuerte, conforme a las leyes eternas e irrevocables de la naturaleza, que hasta hoy no habían sido reconocidas.

Párrafo 49

Hubiéramos podido encontrar muchas más curaciones reales, naturales y homeopáticas de esta clase, si por una parte la atención de los observadores se hubiera fijado más en ellas, y por otra si la naturaleza no fuese tan deficiente en enfermedades homeopáticas curativas.

Párrafo 50

Como hemos visto, la misma Naturaleza poderosa tiene bajo su dominio pocas enfermedades además de las miasmáticas de carácter constante (la sarna), el sarampión y la viruela, agentes morbíficos que como remedios son, o más peligroso para la vida y que deben temerse más que la enfermedad que se trata de curar, o son de tal naturaleza (como la sarna) que, después de haber efectuado la curación, necesitan ser curados a fin de desarraigarlos a su vez del organismo, circunstancias ambas que hacen su empleo, como remedios homeopáticos, difícil, incierto y peligroso. ¡Y cuán pocas son las enfermedades a que el hombre está sujeto, que encuentran su remedio semejante en la viruela,, el sarampión y la sarna! De aquí que con los procesos de la naturaleza, muy pocas enfermedades puedan curarse con estos remedios homeopáticos inciertos y arriesgados y las curaciones realizadas por este medio estén también acompañadas de peligro y mucha dificultad, por la razón de que las dosis de estas potencias morbíficas no pueden disminuirse de acuerdo con las circunstancias, como puede hacerse con los medicamentos; pues el paciente afectado de semejante enfermedad de larga duración, debe estar sujeto a toda enfermedad peligrosa y molesta; a todos los síntomas de la viruela, del sarampión (o sarna) que a su vez deberán curarse. Y sin embargo, como se ha visto, podemos señalar algunas curaciones homeopáticas notables efectuadas por esta coincidencia feliz, todo lo cual es prueba incontrovertible de la grande y única ley terapéutica de la naturaleza que las realiza: ¡Curar con síntomas semejantes!.

Párrafo 51

Esta ley terapéutica, por medio de estos hechos que son ampliamente suficientes para este fin, se manifiesta con claridad a todo cerebro inteligente. Pero, por otra parte, ved cuántas ventajas tiene el hombre sobre los procedimientos azarosos y felices de la Naturaleza imperfecta. ¡Cuántos millares más de agentes morbíficos homeopáticos no tiene el hombre a su disposición para aliviar los sufrimientos de sus prójimos, en las sustancias medicinales universalmente distribuidas en la creación! En ellas tiene productores de enfermedades de todas las variedades posibles de acción, para todas las innumerables, concebibles o inconcebibles enfermedades naturales, a la que puede prestar ayuda homeopática, agentes morbíficos (sustancias medicinales) cuyo poder, cuando su empleo como remedio ha terminado, es destruido por la fuerza vital y desaparece espontáneamente sin necesidad de un segundo tratamiento para su extirpación, como la sarna, agentes morbíficos artificiales que el médico puede atenuar, subdividir y potentizar casi hasta el infinito y cuya dosis puede disminuir a grado tal que quedase sólo ligeramente más fuerte que la enfermedad natural semejante que se trata de curar; de modo que con este método incomparable de curación, no hay necesidad de ningún ataque violento al organismo, para desarraigar una enfermedad aunque fuese inveterada y muy antigua; la curación con este método se realiza únicamente por una transición suave, imperceptible y a menudo rápida del estado de enfermedad natural torturante al de salud permanente y deseada.

Párrafo 52

No hay más que dos métodos principales de curación: el uno basado solamente en la observación estricta de la naturaleza, en los experimentos cuidadosos y en la experiencia pura, el homeopático (nunca usado intencionalmente antes de nosotros) y un segundo método que no obra así, el heteropático o alopático. El uno se opone al otro, y sólo el que no conoce ambos puede sostener el error que alguna vez pueden aproximarse o aún unirse, o cometer el ridículo de practicar una vez homeopáticamente y otra alopáticamente, de acuerdo con el gusto del paciente; práctica que debería llamarse traición criminal contra la divina homeopatía.

Párrafo 53

Las verdaderas curaciones suaves sólo tienen lugar conforme al método homeopático, que, como hemos visto por experiencia y deducción, es incuestionablemente el apropiado, por medio del cual el arte obtiene curaciones más rápidas, más ciertas y más permanentes, pues este arte descansa sobre una ley eterna e infalible de la naturaleza.

El arte de curar homeopático puro, es el único método exacto, el único posible al arte humano, el camino más corto para curar, y esto es tan cierto, como que no hay más que una línea recta entre dos puntos.

Párrafo 54

peristáltico del intestino y lo hace insensible; y también en el insomnio porque el opio con rapidez produce un sueño estuporoso y comatoso; da purgantes cuando el paciente ha sufrido largo tiempo de estreñimiento; hace introducir la mano quemada en agua fría que parece quitar, como por magia, instantáneamente el dolor ardoroso, debido a su temperatura baja; pone al paciente que sufre de frialdad y deficiencia del calor vital en un baño caliente que le reconforta inmediatamente; hace ingerir vino al que sufre de debilidad prolongada (antipáticos), pero posee muy pocos además de los que se acaban de mencionar, porque la escuela médica vulgar sólo conoce la acción (primaria) peculiar de muy pocas sustancias.

Párrafo 58

Si al estimar el valor de este modo de emplear las medicinas, pasaremos, aún por alto la circunstancia de que es un tratamiento sintomático en extremo defectuoso en que el práctico dedica su atención de una manera unilateral a un solo síntoma, por consiguiente, a una pequeña parte del todo, por lo cual no puede evidentemente esperarse el alivio de toda la enfermedad, que es lo que desea el paciente, debemos, por otra parte, interrogar a la experiencia si, en un caso particular de afección crónica o persistente en que se ha usado de tales medicamentos antipáticos, después de la mejoría pasajera ¿no sobreviene un progreso en la agravación de los síntomas que fueron dominados al principio de una manera paliativa, una agravación, realmente, de toda la enfermedad? Y todo observador atento convendría en que, después de semejante mejoría corta y antipática, seguirá la agravación en todo caso sin excepción, aunque el médico vulgar acostumbra dar otra explicación a su enfermo de esta agravación subsecuente, y achacarla a malignidad de la enfermedad original manifestándose ahora por vez primera, o a la presentación de una enfermedad completamente nueva.

Párrafo 59

Nunca se han tratado con tales remedios paliativos, antagónicos, los síntomas importantes de una enfermedad continua, sin que el estado opuesto, una recaída, una agravación evidente de la enfermedad, se presente pocas horas después. Para una tendencia persistente al sueño durante el día el médico prescribía café, cuya acción primaria es la actividad, y cuando su acción se agotaba la somnolencia diurna aumentaba; para el insomnio frecuente daba en la noche, sin tener en cuenta los otros síntomas de la enfermedad, opio, que en virtud de su acción primaria produce en la misma noche sueño (embotado, soporoso), pero en las noches siguientes había mucho más insomnio que antes; a la diarrea crónica oponía, sin considerar los otros signos morbosos, el mismo opio, cuya acción primaria es producir el estreñimiento, y después de una detención pasajera de la diarrea venía la agravación subsecuente; violentos y frecuentes dolores de todas clases podía suprimir con el opio pero por corto tiempo, después siempre volvían con agudeza mayor, a menudo intolerable, o alguna afección más grave venía a sustituirlos. Para la tos nocturna de larga duración el médico vulgar no sabía nada mejor que administrar opio, cuya acción primaria es suprimir toda irritación; la tos quizás podría cesar la primera noche, pero durante las siguientes sería todavía más intensa, y si fuese suprimida una y otra vez con este paliativo en dosis cada vez mayor, se añadirá fiebre y sudores nocturnos a la enfermedad; la debilidad de la vejiga con la natural retención de orina, se trató de dominarla con la acción antipática de las

cantáridas, que estimulan los conductos urinarios, por lo cual se efectuó, ciertamente, el principio de expulsión de la orina, pero después la vejiga se hizo menos capaz al estímulo y menos apta para contraerse, siendo inminente su parálisis; con grandes dosis de drogas purgantes y sales laxantes se trató de remover la tendencia crónica a la constipación, pero en su acción secundaria los intestinos se estriñeron todavía más; el médico vulgar trata de vencer la debilidad crónica con la ingestión de vino, que, sin embargo, sólo estimula por su acción primaria, de aquí que las fuerzas se debilitan grandemente al venir la acción secundaria; con sustancias amargas y condimentos picantes, trata de vigorizar y calentar un estómago crónicamente débil y frío, pero con la acción secundaria de estos paliativos, que en su acción primaria son estimulantes, el estómago se hace cada vez más inactivo; la deficiencia de calor vital de larga duración y la disposición al enfriamiento, cederán seguramente con la prescripción de baños calientes, pero luego por acción secundaria el paciente estará todavía más débil, más frío y escalofriado; las quemaduras graves se alivian instantáneamente con la aplicación de agua fría, pero después el dolor quemante aumenta a un grado de intensidad todavía mayor; por medio de remedios estornutatorios que provocan la secreción de moco, se pretende remover la coriza, con obstrucción de la nariz de largo tiempo, pero se escapa a la observación que la enfermedad se agrava mucho más con estos remedios antagónicos (en su acción secundaria), y la nariz se obstruye más; con la electricidad y el galvanismo, que en su acción primaria estimulan fuertemente las contracciones musculares, se provocó pronto mayor actividad en sus movimientos, pero la consecuencia (acción secundaria) fue la pérdida completa de toda irritabilidad muscular y la parálisis; por medio de las sangrías se intentó remover el flujo crónico de sangre de la cabeza, pero estas siempre fueron seguidas de una congestión mayor; los médicos vulgares no conocen nada mejor con que tratar la torpeza paralítica mental y física, con inconsciencia, que prevalece en muchas clases de tifus, que las grandes dosis de valeriana, porque éste es uno de los agentes medicinales más poderosos para producir actividad espiritual y aumentar la facultad motora; sin embargo, en su ignorancia no sabían que esta acción es solamente la primaria y que el organismo, después de esto haya pasado, cae, sin duda, en la acción secundaria (antagónica), en un estado de mayor estupor e inmovilidad, es decir, en una parálisis mental y física (la muerte); no han visto que las mismas enfermedades en que daban más abundantemente valeriana, que obra en tales casos como remedio opuesto y antipático, eran los que infaliblemente terminaban con la muerte. El médico de la escuela antigua se regocija de que es capaz de reducir por varias horas la velocidad de un pulso pequeño y rápido en pacientes caquécticos, con una primera dosis de digital purpúrea (que en su acción primaria hace el pulso más lento); sin embargo, su rapidez vuelve pronto y si se dan dosis repetidas y mayores el pulso disminuye aún más en su rapidez y al fin se hace incontable en la acción secundaria; desaparece el apetito, el sueño y el vigor y una muerte rápida es invariablemente el resultado, o bien se presenta la manía. Cuán a menudo, en una palabra, se agrava la enfermedad, o se produce algo aún peor por la acción secundaria de semejantes remedios antagónicos (antipáticos) y que la antigua escuela, con sus falsas teorías, no percibe, pero que la experiencia demuestra de una manera terrible.

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